D el triste vacío aprendí a volar, reposando las lunas anidadas en mis brazos. Y aprendí que todo silencio grita más que la palabra pronunciada. Que aquello que más queremos nos espera a la vuelta de la esquina… aquello que llaman vida. Y aprendí también que no hay soledad que uno no busque. Decidí abrir los ojos al aliento de aquellas personas que a mi alrededor habían… tú y tú y, tú también. Cambié la tristeza por una sonrisa. Aunque fuera solo por un instante, solo por eso ya valía la pena. Sonreí… ¿sonríes tú también conmigo? Pensamientos de una tarde cualquiera... y sin guión previo. (9 de Agosto de 2012)